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Mofongo Juan Pablo: las huellas de un gestor y emprendedor mocano

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La imagen del plátano en la mano del pelotero le dio la vuelta al mundo. En la foto aparece, si mal no recuerdo, el pitcher dominicano Fernando Rodney con un plátano en la mano. No era un “platanito”, sino un tremendo plátano verde, grande y encorvado, que en su mano era señal de la fuerza que caracteriza a los beisbolistas procedentes de República Dominicana y las hazañas que hicieron en el Clásico Mundial de 2013, gracias al “plátano power”. Ese clásico mundial lo ganamos a golpe de batazos y “majaguazos”, lo mismo ha pasado con el plátano, también llamado “banano” que, sin lugar a duda, se ha impuesto como uno de los pilares fundamentales de la alimentación de los dominicanos. Lo cierto es que a la gente llana le fascina el mangú de plátanos con queso, con salami o con lo que usted quiera.  

El plátano tiene su historia y sus anécdotas. Fue comida y sostén de los trabajadores africanos que trabajaban en las plantaciones diseminadas en Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba. Al respecto afirma el historiador Moya Pons: “Los dueños de ingenios se convirtieron también en ganaderos para alimentar a los centenares de esclavos que trabajan en sus plantaciones. Los esclavos consumían carne y casabe en abundancia, dieta ésta a la cual se le agregó el plátano que fue introducido en las Antillas en 1543” (Moya Pons 2008: 63.4). Por lo dicho en las líneas anteriores, ya sabemos que el plátano era un alimento vulgar, propio de esclavos africanos, entre otros consumidores. Sin embargo, con el paso del tiempo el plátano pasó a ser un componente clave y esencial en la urdimbre de la gastronomía dominicana. Y no hablemos del archiconocido y el más notable de los platos, el que más disfruta todo el mundo: el pollo frito con “tostones”, que equivale a decir plátano majado y frito. Un manjar de los días corrientes y que no pasa de moda. Un plato que no rebota ni incomoda. Eléctricamente sabroso.

El plátano está presente en la cocina, en muchos de los rincones y los espacios conquistados por la gastronomía dominicana, por ejemplo, un sancocho sin plátano y sin yuca (sea o no mocana) no sabe igual. Pero parece ser que el mofongo es indiscutiblemente el rey de los platos elaborados con plátano. Fíjate que no hablo de cualquier mofongo, sino del que se prepara cuidadosamente en Moca, desde hace unos veinte y tantos años. Este sí que es el final de los finales. Tiene sus rasgos, su textura y una peculiar consistencia.  

En Moca ya hay más de 15 restaurantes dedicados a la fabricación del mofongo. La oferta es amplia y variada, porque existen diversos tipos de mofongo. En esta breve nota quiero hablarles de los gestos y las hazañas del primer restaurante dedicado a este sabroso plato: me refiero a Juan Pablo Mofongo. Estrechar una conversación con Juan Pablo es hablar con una persona sencilla, calmada, sin aspavientos. Es un hombre generoso, humilde, sereno, con temple y sin poses. Trabajador como nadie. Llama la atención su marcada y singular pasión por el trabajo. Es el fruto de muchos sacrificios y continuamente ha tenido que vencer obstáculos, según nos cuenta, y superar diversas limitaciones para hoy estar justamente donde está. Donde quiso estar. Lo entrevisté hace unos meses y pude notar la pasión y el entusiasmo con que habla de sus inicios en el negocio del mofongo. Todos los inicios son difíciles (no es un cliché; es la pura verdad). Su amor el trabajo continuo lo ha mantenido en pie durante todos estos años; hace poco celebró con alegría sus 23 años dedicados al negocio del mofongo.

Confiesa, con fervor y una sonrisa, que hizo un hobby del trabajo y que perdió la vista a causa del calor vinculado al proceso de majar plátanos calientes en un pilón. Lo hizo día tras día. No cabe dudas de que Juan Pablo es un ejemplo de lo que es un hombre de trabajo, dedicado, enfocado. Alguien que ha sabido “guayar la yuca” y majar el plátano con dignidad, armonía y serenidad espiritual. Es un emprendedor nato y una persona de éxito en el negocio del mofongo, ya que ha logrado imponerse y revertir las circunstancias más adversas. Su testimonio inspira. Creo que puede motivar a tantos jóvenes que hoy por hoy quieren conseguir resultados rápidos y, peor aún, sin pagar el precio del sacrificio y el esmero cotidiano. Sin disciplina y trabajo no se llega muy lejos.

El restaurante de mofongo de Juan Pablo está ubicado en la cartera Duarte, próximo al Club Recreativo, dispone de un gran parqueo para recibir a sus clientes de las más distantes localidades; la decoración de su restaurante es rústica, pero elegante y con retoques campestres y encantadores. Por cierto: el restaurante da la sensación de estar en medio de un platanal. Allí ofrece al público una gran variedad de mofongos, algunos con ingredientes mixtos y especiales: en su menú usted hallará mofongo de chicharrones con queso, mofongo con longaniza, con camarones, el mixto, entre otros. Su restaurante cuenta una gran variedad, tiene más de una docena de mofongos disponibles, según nos contó, y cada uno se prepara con diversos ingredientes. El mofongo que se prepara aquí tiene unos rasgos típicos: es variado, con una masa consistente, suave y crocante. Además, el plato viene acompañado de una salsa al estilo pico de gallo buenísima.

Mofongo Juan Pablo es un restaurante con aire típico y sirve un plato típico y singular. Simplemente sabroso y exquisito. Pruébalo.

En definitiva, Moca (mi querido pueblo natal) se ha convertido en la capital del mofongo, así debiera declararla el Ayuntamiento de la localidad y me voy más lejos: es hora ya de hacer un Corredor vistoso y con paradas dedicadas exclusivamente para disfrutar el mofongo, con señalización y mejor aún si conecta con la ruta histórica de Moca. En ese corredor tendría un lugar importante la iniciativa gastronómica de Juan Pablo, entre otros restaurantes de mofongo de alta calidad.

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