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Santo Domingo Colonial, sus edificios y espacios: segunda parte

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La ocupación del continente que luego sería conocido como América fue desde el primer momento un hecho eminentemente urbano. A diferencia de los portugueses, que crearon factorías en las costas del orbe y que navegaron desde África hasta Asia, los españoles fundaron ciudades. Repetían de esta manera la experiencia de la Reconquista del propio territorio, pues en los territorios donde expulsaban a los árabes completaban la ocupación fundando ciudades gobernadas por un cabildo, un ayuntamiento. 

Cuando Ovando llega como gobernador de La Española en 1502 uno de sus primeros actos es trasladar la fundación de Santo Domingo a la margen occidental del río Ozama, allí funda un cabildo, a la manera del municipio castellano y se inicia la aventura colonial del continente americano.

La pregunta que toca a este punto sería: ¿cuáles son las razones de Ovando para el traslado de la ciudad a la ubicación actual de su parte colonial? Ciertos autores invocan razones de tipo práctico como, por ejemplo, el hecho de que casi todas las poblaciones fundadas al interior de la isla estaban localizadas al oeste del río, así como el hecho de que se hallaban minas de oro en esa margen (Valdez:2015). Lo cierto es que el traslado se produjo y Santo Domingo inició su desarrollo urbano y se colocó en el orbe indiano como lugar de paso de las expediciones que explorarían los demás territorios continentales. A ese respecto apunta Cristóbal Valdez: 

“Frey Nicolás de Ovando tenía un gran liderazgo en su tierra, Extremadura. Siguieron a Ovando los extremeños Vasco Núñez de Balboa, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Pedro de Alvarado, Hernando de Soto, Sebastián de Belalcázar, Pedro de Valdivia y Francisco de Orellana, hombres que tuvieron una destacada participación en la conquista de Panamá, México, Perú, Guatemala, Florida, Ecuador, Chile y el Amazonas.”

De esta manera, Ovando implanta en Santo Domingo una configuración espacial ordenada que sería el modelo del urbanismo colonial americano. Se trató de una ciudad de calles anchas (doce varas castellanas o aproximadamente 10.04 metros) y solares que Ovando repartió entre los españoles y entregando los mejores a sus allegados. 

Los datos que poseen los historiadores señalan que la ciudad de Ovando cubría un reducido espacio alrededor de lo que hoy es la calle Las Mercedes, en el tramo que va entre las actuales Calle Las Damas e Isabel la Católica con el hospital San Nicolás de Bari hacia el oeste. Es aceptado que al sur de esta fundación existía un pueblo de nativos de la Isla. 

Las instituciones propias de Europa conformaron de manera evidente toda la apropiación espacial que los españoles hicieron del continente y desde un principio afectaron con sus principios ordenadores del espacio la manera de fundar y estructurar las ciudades. Iglesias, conventos, fortificaciones y hospitales se convirtieron en referentes de las ciudades coloniales americanas hasta el siglo XIX. La urbanización europea del continente empezó en Santo Domingo por lo que, desde el primer momento, la función estructuradora de la Iglesia apareció en la ciudad. 

Santo Domingo se llenó de los espacios que hoy día marcan los hitos de su historia y su arquitectura, una arquitectura indisolublemente ligada a la arquitectura de esa España que lentamente dejaba atrás el mundo feudal y se adentraba en la modernidad renacentista. Las reminiscencias de ese mundo antiguo tendrían sus manifestaciones en esa “ultima llamarada del gótico” que mencionó el historiador Erwin Walter Palm y que estaría presente en las iglesias conventuales de San Francisco, Santo Domingo, en Las Mercedes y, de manera patente, en la magnífica catedral de Santo Domingo, sede del primer obispado de las Indias. Vale la pena caminar alrededor de este templo y ver la parte posterior de su austero ábside de recia pesadez románica para recorrer su costado sur igual de austero y recalar en la magnífica portada plateresca que ha inspirado tantos textos eruditos, así como arranques líricos que cantan su gloria varias veces centenaria. La catedral abre una puerta a la plaza mayor, el Parque Colón, por el norte donde un anexo de estilo herreriano (posterior a 1615) sirve de trasfondo a la animada escena urbana. 

Antes que obispos hubo frailes, las órdenes religiosas llegaron al Caribe dentro de la empresa de conquista y colonización. Los franciscanos iniciaron su convento en 1508 y lo desarrollan de manera definitiva entre 1537 y 1564. Se situaron al norte de la ciudad, en una elevación cuyo conjunto en ruinas domina todavía el paisaje. Al sur, la Orden de Predicadores situó su casa (1517-1535) donde abrieron un estudio general que en 1538 sería elevada por el Papa Paulo III a la categoría de universidad. La tercera orden en llegar a La Española, la de los Mercedarios fundó su convento (1527-1555) en el extremo oeste de la ciudad, en sus límites de entonces. 

Un hecho político importante se produce durante la segunda década del siglo XVI con la llegada de Diego Colón en 1510. Colón había sido nombrado virrey y gobernador de La Española y como tal hizo crecer la ciudad a partir del trazado original de Ovando. En mayo de 1512 se inicia la construcción de la Catedral y con el inicio de la construcción del Palacio virreinal la ciudad pasó a tener dos centros importantes, uno alrededor de la Plaza Mayor y otro administrativo en los alrededores del palacio virreinal (Alcázar de Colón, 1512). Diego Colón va a llevar a su máximo esplendor a la Santo Domingo de la época. La ciudad fue alabada por cronistas y visitantes. De sus calles dice Juan de Castellanos (1522-1607) en sus Elegías de varones ilustres de Indias:


Amplias calles, graciosas, bien medidas;

es finalmente toda su postura

un peso y un nivel sin torcedura.

Ninguna cosa, por menor que sea, 

hay en cualquier parte de la vía,

que desde un cabo a otro no se vea

según la rectitud con que se guía.


Si algo definía en la antigüedad la forma de una ciudad serían sus murallas. La construcción de las murallas de Santo Domingo se inicia en 1543 motivada por la aparición en el Caribe de barcos de otras potencias europeas que amenazaban la hegemonía de España en la región. El proceso de construcción de estas fortificaciones sería tortuoso y lento y se terminarían de cerrar las murallas en el siglo XVIII. La ciudad, que siempre dio la espalda al mar, porque desde ahí vendría el peligro, se separó con un muro del resto del territorio de la isla.

El esplendor de Santo Domingo no fue duradero, la ciudad recibe en 1586 un golpe del que no se recuperó por muchos años: la invasión del corsario inglés Francis Drake. La ciudad entra en un ciclo de decadencia marcado por el abandono y la reducción de las actividades comerciales. Desde esta época hasta mediados del siglo XVII el estado general de la ciudad es de deterioro y pobreza y la ciudad decrece en población y tamaño; las murallas iniciadas en 1543 se terminan en 1740. 

Hacia 1677 se funda la población de Los Mina y alrededor de 1685 se funda la villa de San Carlos, ambas serían las primeras poblaciones fundadas en las afueras de la ciudad amurallada. La población de la ciudad a mediados del siglo XVII no llegaba a 3,000 habitantes. 

La situación de la ciudad alcanzó su punto más bajo en 1737 cuando la población descendió a sólo 500 habitantes y la mayor parte de los edificios se hallaban en ruinas. A mitad del siglo hay una recuperación de la actividad comercial y un resurgimiento de la población a partir de las reformas implementadas por Carlos III. A inicios de la centuria la población de la colonia era de 10,000 habitantes y en 1789 se elevó a 125.000. La población de Santo Domingo era de 25,000. La ciudad creció hacia el oeste y surgieron nuevas calles con dirección norte-sur. Se reconstruyeron edificaciones de mampostería y se mejoraron algunas calles existentes.

En 1795 y en virtud del Tratado de Basilea toda la Isla queda bajo el dominio francés. La nueva administración colonial destina las antiguas edificaciones religiosas españolas a fines civiles como es el caso de la iglesia de Regina Angelorum convertida en teatro. 

El siglo XIX se abre con la guerra de reconquista y la vuelta al dominio español. Esta campaña bélica dejó a la colonia sumida en la miseria. La ciudad se arrabalizó y los antiguos conventos y espacios eclesiásticos fueron ocupados por familias cuyas viviendas habían sido destruidas por los huracanes o por la guerra. 

En 1822 la Isla completa se unifica bajo la bandera haitiana y es a partir de 1844 cuando surge una república independiente que inicia su andadura con una ciudad capital en ruinas al punto en el que ciertos viajeros se referían a ella como “un lugar antiguo en el que la mano del progreso no parece haber pasado”. Es a partir de entonces que la ciudad llena el espacio contenido en las murallas según se aprecia en el plano de Tomasset de 1882. Dos años después por decreto del presidente Ulises Heureaux (Lilís) se permite la demolición de una parte de la muralla para prolongar hacia el oeste algunas de las calles de la ciudad intramuros. A raíz de esta acción surge el barrio de Ciudad Nueva primer sector extramuros de la capital dominicana. 

En cuatro siglos, la ciudad de Santo Domingo creció desde la fundación ovandina hasta rebasar sus muros. Una ciudad surgida alrededor de conventos, iglesias, pocas plazas de marcado corte español y desarrollada a lo largo de años de vicisitudes políticas, cambios de soberanía y una marcada pobreza material de siglos. Santo Domingo la ciudad de la historia primera, la ciudad de la historia que continua, la ciudad del presente.

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