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La felicidad en sorbos

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El café y el mar

hacen del momento

una cita especial con mi cuerpo.


El viento acaricia

el rostro como un terciopelo,

y enlaza al alma un primoroso

cual un arrumaco de seda.


Las voces del claustro cósmico

sostienen el soplo

de la alegría, que viene de

todas partes, especialmente

de esa tinaja azul llena de agua

hechizada y salada.


La arena blanca… el

mar y el viento que me

llevan a todos lados,

montado sobre la utopía de un

paraíso hecho realidad.

Ahí junto al acantilado escuché la voz:

quieroloma. Cabalgando las

olas del mar quiero viajar

a las playas más bellas del mundo.

Conocer el sello de la tierra

cuya tricolor bandera

expone ¡Dios, patria y libertad!


Quiero tocar el cálido sol

con mi mirada y oler el

perfume de la naturaleza

mientras disfruto el canto

de la palmera.

Voy a probar

la piña colada, pisando la

arcillosa arena que me

toca la maraca en los oídos.


Llevaré el cándido deseo de sentir

el abrazo del mundo.

Un frasco para guardar tapado

el dulce sonido de las olas.

Y una pluma para pintar

sobre mi alma los colores del paisaje

de la tierra hermosa que engendró mi canto y mi sueño.

El relato de los años

tendrá un espléndido memorial

con el surco de lo vivido y cantado.

Y si soy

eterno, que esa eternidad

me abra las puertas para llevarme

un pedacito de este hermoso fragmento

     de tiempo y espacio.

El primigenio recuerdo de los días

augustos… acompañado

de amigos, hermanos, hijos de mi patria

y ahijados de otras.


Iré por las llanuras

buscando el ombligo

de globo… y allí me tomaré

una copa de vino para

sentir la suavidad de sus encantos.


Abrazaré el bosque con una sonrisa,

veré el alma de las montañas con

mis propios ojos. Iré de pueblo en

pueblo, de campo en campo,

de montaña en montaña,

de río en río, de playa en playa cantando estos

versos de poeta enamorado de la tierra y sus frutos…

Junto al río nacerá la historia que contaré

A mis hijos y a mis nietos…

¡Les regalaré mi álbum de experiencias inolvidables,

Mientras tomo mi taza de café.

Pero seguiré andando, la aventura me llama

Veré los más recónditos

tesoros del país, guiado

por la ruta de la felicidad;

mirando por el lente de la esperanza

y conociéndome a mí mismo.

Y a las reacciones que emergen

de mi espíritu en cada espacio,

al ver cada huella de arte

del supremo creador.

No voy solo. Tengo una

primera, pero no última

cita con el universo…

llevo mi maleta, un par de versos

impresos en un libro,

voy tejiendo experiencias hermosas como Quieroloma,

ellos también me ayudarán a dibujar la ruta,

ruta que vuelve locos de felicidad

a aquellos seres que no conocen

el encanto del viaje y los ríos imantados.



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