Un poema de Mateo Morrison
- 07-Julio-2023
- Mateo Morrison
En el agua (mar, río, lago) y yo, a cada instante nos disputamos con fiereza el amor de las muchachas. Con el transcurrir me acerco al precipicio, por eso mido con la intensidad de la batalla cuando sonríen, al mismo tiempo que presentan flores y espinas.
Me detengo en las posibilidades de percibirlas y veo la luna tan enorme que casi nos irrita. Me deslizo en el tiempo. Dilatan las palabras. Un alfabeto de imágenes aparece al agrandarse aún más este astro. Onirismo que se mueve a mi alrededor. Mi cabeza agujereada en plena órbita.
Las distancias, las sonrisas escondidas, ahora oscurecen el resto de mi vida, porque a diferencia de ustedes, la belleza para mi es suburbio de males. Voces cansadas que nunca escucharán, detenidas en un halo de inmenso que no conecta con mi espíritu muriente.
Se pudiera inventar de nuevo la Vía Láctea, transitaría estos caminos con escalas que superen el deseo. Como espejismo a ratos, reaparecen y siguen escalando mi psiquis, cuando fenece el intento de dormir.
Soy alguien fundido en su sombra y ahora se interna en el extraño mundo que edifican. Cuando oigo el agua recorrerlas no adivinan que elaboro árboles en mi memoria, mientras sus poros se inundan. Esas faldas cargadas de colores que impiden ver la plenitud de sus pubis, parecen eternizarse.
Coleccionan sus matices; las imagino al cesar la caída del agua y se secan en la toalla encendida de mis ojos. Ahí se encuentran mis múltiples vahídos, emergen de las paredes; deciden avanzar y de pronto aparecen alegres todavía con algunas gotas que se niegan a morir. Nuevamente, el asombro de la inesperada presencia.